Hace algún tiempo, mientras recorría el mundo –todos lo lobos recorremos el mundo- mis pasos me llevaron a la orilla del mar, en un sitio lejano en el sur.
Es poco común que los lobos viajemos a lugares como esos, dado que preferimos los climas fríos del norte, pero nuestra misma naturaleza curiosa nos impulsa a visitar aún los lugares menos comunes para los de nuestra especie.
Ahí a la orilla del mar me encontré con una sirena, salió a la superficie y –aunque traté de resistirlo- me hechizó con su belleza y me encantó con su voz.
Y resultó que la sirena se enamoró de mí.
-Ven conmigo –me dijo- Te daré mi corazón y tú me darás el tuyo. Viviremos felices en el mar. Te besaré y te cubriré con caricias, dormiremos juntos y despertaremos juntos, veremos abrazados el amanecer, y permaneceremos unidos, compartiendo tristezas y alegrías.
-Hermosa sirena, -le dije- ciertamente estoy seguro de que la vida a tu lado sería para mí la mayor de las dichas, y también estoy seguro de que yo te haría feliz cada momento que estuvieras a mi lado. Pero, mi querida criatura, los lobos somos de naturaleza solitaria, y no pertenecemos a nadie; estamos de paso en cualquier lugar, y si quieres un romance conmigo, tendrás que aceptar que marcharé de tu lado cuando no lo esperes, al abrigo de la luna.
-Ingrato lobo, ¿Cómo puedes decirme eso si te ofrezco todo de mí? ¿Cómo puedes rechazar una vida de felicidad a mi lado?
-Porque, aún si lo deseo con todo mi corazón -y así lo deseo, créeme- las sirenas como tú fueron hechas para los tritones del mar, no para los lobos. Aún cuando tu felicidad esté conmigo, está con ellos tu destino; aunque tú quieras entregarme tu vida, un día llegará tu tritón y te llevará de mi lado. Y eso sí que no podría soportarlo. Por eso tendría que irme, antes de que ese momento llegara.
-Eres presuntuoso, lobo, crees saber mucho del mundo, pero no conoces mi corazón. Los tritones son fríos como las aguas del fondo del mar, son brutos y no saben demostrar afecto. En cambio, tu corazón es cálido ¿Cómo podría yo cambiarte por un ser así?
-Pequeña –dije en tono consolador, y mientras hablaba una lágrima resbalaba por mi mejilla- Es verdad que los lobos sabemos mucho del mundo, y eso es porque no vivimos en él. Estamos siempre fuera, y desde fuera observamos, así podemos conocer cómo funcionan las cosas. Y ese es nuestro don y nuestra maldición; porque si bien somos sabios, estamos condenados a estar siempre solos. Es por eso que te digo que estoy seguro de que me dejarías tarde o temprano.
Mientras decía esto, la sirena rompió a llorar, quiso decirme que estaba equivocado, quiso decirme que ella era diferente, quiso decirme que si ella me daba su corazón sería para siempre. Pero entonces, a lo lejos, se escuchó una voz áspera y gélida, que provenía del fondo del mar. Era la voz de un tritón, y al escucharla, mi sirena se dio cuenta de que yo tenía razón, que yo no pertenecía a ella y ella no pertenecía a mí.
Y entonces dejó de llorar, y tuvo miedo. Tuvo miedo porque sabía que su destino era más fuerte que su fuerza, y que no podría luchar contra él.
De pronto, su mirada se tornó melancólica, y pude ver en ella algo más profundo que el océano, algo más inmenso que el cielo, algo más triste mi corazón.
-¿Qué te pasa ahora, hermosa sirena? Siento que quieres decirme algo, pero no te atreves. Dímelo ahora, sabes que puedes decirme lo que sea.
-Quiero besarte –dijo- pero temo que si lo hago lastime tu corazón.
-Ah, mi pequeña, ¿Cómo podrías lastimarme? Sé bien que como lobo no te pertenezco ni me perteneces, así que mi corazón no se hace ilusiones y mi alma no tiene esperanzas falsas. Cuando una sirena besa a un lobo, el lobo lo agradece como un regalo divino, pues, para un lobo, ese pequeño instante de felicidad es suficiente para toda una vida. Y es que los lobos no buscamos la felicidad continua y permanente, como el resto de las criaturas, pues sabemos que nos está vedada. Por el contrario, cuando se presenta un momento de felicidad lo conservamos en el recuerdo, y lo atesoramos por siempre; y es que hay lobos que en toda su vida ni siquiera tienen un solo momento así. Si quieres besarme, hazme ese regalo, que no me lastimará, está segura, por lo contrario, me llenará de alegría por mucho tiempo, y permanecerá en mí.
Entonces la sirena se acercó y me besó, y me lleno de caricias, y luego hicimos el amor, y durmió conmigo y despertó conmigo y vimos abrazados el amanecer. A la mañana siguiente, un tritón de cabellos dorados llego a la orilla de la playa, la tomó y se la llevó.
Jamás volví a ver a la sirena, pero conservo el recuerdo de esa noche en mi corazón, y no pasa un día en que no agradezca ese instante de felicidad, suficiente para una vida.
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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, habría sido un lobo.
viernes, 6 de febrero de 2009
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ResponderBorraraah! (suspiro) recuerdo que con este cuento, te ganaste mi corazón y mis ojos, jajaja, después supe que eras un chico:" Soberbio, ególatra, cínico, intolerante, manipulador y mentiroso" y dije, no, mejor que sea mi amigo! jajajaja
ResponderBorrarTe quiero leo :P
Saludos! ;)
Yo también a tí Cecy :D
ResponderBorrarde alguna manera, me senti algo idetificada con tu historia :3 "Es verdad que los lobos sabemos mucho del mundo, y eso es porque no vivimos en él. Estamos siempre fuera, y desde fuera observamos, así podemos conocer cómo funcionan las cosas. Y ese es nuestro don y nuestra maldición; porque si bien somos sabios, estamos condenados a estar siempre solos." eso me identifico mas que nada!!!
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