viernes, 27 de febrero de 2009

Tu horóscopo para éste fin de semana (27 de Febrero al 1° de Marzo)

Aries: Es posible que te veas involucrado en riñas callejeras. No dudes en utilizar golpes bajos.

Tauro: Deja de aprovecharte de la generosidad de tu mujer. Recuerda que "Tanto va el cántaro al río, hasta que se rompe".

Géminis: Recibirás una llamada misteriosa, que podría ser del amor de tu vida. Pero también podría tratarse de un número equivocado.

Cáncer: La falta de nicotina provoca que sientas atracción hacia personas de tu mismo sexo. Combate esos deseos impuros con una buena dosis de alcohol, o invitando a tus amigos al table.

Leo: Lo siento mucho, éste fin de semana tampoco vas a tener sexo :(

Virgo: Recibirás una muy buena noticia. O tal vez una regular. O una muy mala. En cualquier caso, es mejor que lleves ropa interior limpia.

Libra: -Ella- Un hombre de tu trabajo te hará una propuesta indecorosa, que por supuesto aceptarás (porque vaya, aceptémoslo, eres una zorra) Usa condón. -Él- Un hombre de tu trabajo te hará una propuesta indecorosa, que por supuesto aceptarás (porque vaya, aceptémoslo, eres un puto) Que use condón y vaselina.

Escorpio: Realizarás actos inimaginables a cambio de 20 varitos. No te sientas sucio, recuerda que el trabajo ennoblece y dignifica. Si le echas ganas, podrías ganarte una buena propina.

Sagitario: El mal humor de tu pareja se debe a que está cansado y le duelen los brazos. Dale naproxen y asunto arreglado.

Capricornio: Evita caer en situaciones que pueden hacer encabronar a los arianos. Esos weyes están locos y su venganza será terrible.

Acuario: La vida te sonríe éste fin de semana. Ni te emociones, sólo se está burlando de tí.


Piscis: El anión asociado con el ácido fosfórico se llama ion fosfato.

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Por Leo y Joel, sus astrólogos de confianza.

jueves, 19 de febrero de 2009

Tu horóscopo para éste fin de semana (20 al 22 de Febrero)

Aries: Pasarás todo el fin de semana rodeado de hermosas mujeres que coquetearán contigo y te lanzarán piropos al paso.

Tauro: Un amor del pasado te va a llamar en algún momento del fin de semana. Las estrellas no me dicen el día ni la hora exactos, pero sé que será después de las 3 a.m.

Géminis: Recuerda que hay muchas actividades provechosas aparte de dormir.

Cáncer: Este fin de semana por fin descubrirás si eres un hombre o un marica. Es probable que un amigo te pida dinero para comprar alcohol, no se lo niegues.

Leo: A nadie le importa tu depresión, por favor, ya deja de andar por la vida con esa cara de perro apaleado que pones para dar lástima.

Virgo: Serás abducido por una nave extraterrestre, cuya tripulación realizará contigo dolorosos experimentos, pero te regresarán a tiempo para trabajar el lunes. Tu número de la suerte es el 56,876.

Libra: Al fin, Alá te enviará un justo castigo por tus pecados. Perecerás lapidada por una multitud enfurecida.

Escorpio: (Ella) Tu pareja sería incapaz de mentirte. Aleja de tu pensamiento esas dudas corrosivas y cómprale un regalo costoso. (Él) Tratarás infructuosamente de recuperar tu mojo; recuerda que sin bolas es imposible, no gastes tus energías en una tarea inútil.

Sagitario: Debes pasar más tiempo en tu casa. En serio.


Capricornio: Alcanzarás alturas insospechadas; recuerda que la bolsa para el vómito está frente a tí. Deja la mamonez de lado y verás cómo te va mucho mejor.

Acuario: Debes de ser prudente y tomar tus decisiones con sabiduría. Puede no ser tan buena idea cometer ese asesinato.

Piscis: Nada nuevo, la misma rutina de cada fin de semana.

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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, hubiera sido astrólogo como Kundera.

martes, 17 de febrero de 2009

De monosílabos y sonidos guturales

La veo acercarse a través de la explanda. Luce hermosa como siempre. Trae un cigarrillo en la mano. Yo estoy fumando junto al cenicero, por lo que el encuentro es inevitable. Recuerdo vagamente la conversación, pero fue algo más o menos así:

-Hola Leo, ¿Cómo estás? (Beso en la mejilla, mi rostro se pone al rojo vivo. Por favor Leo, no hagas nada estúpido)
-Ugh, ad lac.
-También bien, con muchísimo trabajo ¿tú en que andas?
-Agh, om.
-¿Perdón?
-Wash er emm diálogo.
-Ah ¿Estás con RH ahorita?
-Sí.
-¿Con Guille, no?
-Ajá, ¿y tú?
-Pues con lo de simplificación de operaciones de concretos, son un buen de cosas (se frota el ojo derecho con el dorso de la mano). Creo que me entró una basurita en el ojo.
-Da erg. (Me acerco haciendo un esfuerzo para no tropezarme con mis propios pies y reviso su ojo, subo su párpado con mis dedos; mi rostro a punto de explotar. Su aroma es delicioso)
-¿Ya no tengo nada?
-No.
.....
.....
.....
-(Dí algo inteligente, dí algo inteligente) Creo que tengo que crearte un diálogo del año pasado ¿no te lo hicieron, verdad? (¿Eso fue lo mejor que se te ocurrió? Eres un loser de shit)
-No, porque blah blah blah... (No puse atención, estaba viendo su sonrisa)
-Uh mok daruk cemento (¿A eso le llamas chiste? Alguien páseme una pistola).
-Jajaja, sí.
.....
.....
.....
-Bueno Leo, ya me subo (apaga el cigarrillo, otro beso en la mejilla que quema). Que estés bien.
-Glag.

Me quedo parado viendo cómo se aleja. trato de llevarme mi cigarrillo a la boca, pero mi mano tiembla. Me toma casi un minuto entero tranquilizarme.

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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, habría sido un idiota. Bien, lo acepto, sí soy un idiota.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El hombre de la sonrisa torcida

Nunca le había gustado caminar sola -al menos no a esa hora- ese último trecho de poco más de media cuadra hasta su casa. Los altos edificios de apartamentos a ambos lados de la calle ocultaban la luna por completo, y había un único farol ya muy viejo, plantado hacia la esquina, que apenas alumbraba con luz parpadeante. Así, las sombras parecían haberse tragado la noche por completo. Caía una ligera lluvia.

Un escalofrío recorrío su espalda al percatarse de la presencia del extraño. Estaba recargado contra la pared, cerca del farol, que lo iluminaba intermitentemente. Parecía muy alto y muy delgado. Una gabardina negra le cubría hasta los talones y llevaba un sombrero de ala ancha, también negro. No se podía ver su rostro.

Apretó el paso mientras buscaba desesperadamente las llaves en su bolso de mano, sólo faltaban unos pocos metros para llegar a su casa. De pronto, vió cómo el extraño se incorporaba y se dirigía lentamente hacia ella. Caminó lo más rápido que pudo, lo que le permitían sus tacones altos; se prometió a sí misma nunca volver a utilizar esos zapatos mientras revolvía su bolso con furia.

Por fin llegó frente a la puerta, justo en el momento en que encontraba sus llaves en el bolso y las sacaba con mano temblorosa. El extraño se acercaba cada vez más, tenía el tiempo justo para abrir la puerta, entrar a la casa y cerrar tras ella. En el momento en que trató de introducir una llave a la cerradura, el manojo resbaló de entre sus manos y cayó al piso.

Se agachó a buscar a tientas las llaves en el piso, pues la luz del farol no alcanzaba a iluminar hasta ahí; le pareció una eternidad el tiempo que le tomó encontrarlas. Al levantarse, dió un brinco por la impresión. El extraño estaba parado junto a ella; sostenía un cigarrillo apagado entre su enorme mano enguantada y la sombra que proyectaba el ala del sombrero sobre su rostro sólo dejaba ver una enorme sonrisa torcida de labios delgados y pálidos.

-Disculpe, señorita ¿tiene fuego?

Ella no contestó.

-Parece nerviosa, lamento haberla asustado. Permítame abrir la puerta por usted.

Mientras hablaba, sin dejar de sonreír, el extraño tomó de entre las manos de ella el manojo de llaves. Con mano con firme probó una por una en la cerradura hasta dar con la correcta y hacerla girar. Ella comenzó a tiritar de frío, fue como si la voz de aquél hombre hubiera hecho descender la temperatura; aún no había podido ver el resto de su rostro.

La empujó con suavidad dentro de la casa y entró tras ella, al tiempo que se quitaba el sombrero.

Durante todo el resto de la noche se escucharon fuertes gritos, desgarradores: gritos de terror. No fue sino hasta la mañana siguiente que alguno de los vecinos se atrevió a llamar a la policía.

El comandante llegó cerca del mediodía, al lugar que ya estaba lleno de policías. En la pequeña estancia encontró al médico de turno, examinando a la chica sentada en el sillón.

-¿Cómo se encuentra la víctima?

-Está en perfecto estado de salud. No presenta heridas, ni señales de ningún tipo de ataque, pero no hemos logrado que hable una palabra. Además...sus ojos...nunca había visto algo así. Por eso lo llamamos.

El comandante se acercó a la chica. Tenía la mirada perdida en el vacío, sin ninguna expresión; "es la mirada de un muerto", pensó.

-Dicen que los ojos son las ventanas del alma, doctor. Parece que a ésta chica se la hubieran arrancado.


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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, habría sido detective.

viernes, 6 de febrero de 2009

¿Quién dijo miedo?

Llegué a la fiesta más o menos temprano, cosa rara en mí (siempre he creído que es mejor llegar elegantemente tarde a este tipo de eventos). Como lo esperaba, había poca gente, pero ya estaban ahí algunos de mis amigos, que me recibieron con una botella de Jack Daniel's aún sin abrir.

La música estaba decente (nada para bailar y mucho rock setentero) y la conversación animada. Charlábamos de las cosas usuales: política exterior, la exposición del museo de arte moderno, la influencia de Aristóteles en la obra de Santo Tomás.....bueno, está bien, la verdad estábamos hablando de mujeres y de sexo, como siempre.

Así que sin darme cuenta la fiesta se fue llenado, al tiempo que la botella de whiskey se iba vaciando.
(Parafraseando a Kevin Arnold) Y entonces, sucedió... Un dulce aroma que sería imperceptible a olfatos menos desarrollados me llegó de alguna parte de la habitación. Un aroma que puso todos mis sentidos alerta.

Busqué con la mirada en derredor tratando de ubicar el origen de aquel aroma, y pronto lo descubrí; acababa de entrar y la estaban presentando con algunas personas próximas a la puerta; había entrado con buena amiga mía, lo cual hizo que de inmediato me vinieran a la mente dos cosas: 1) No llevaba wey y 2) Ya tenía quién me la presentara.

Tenía el cabello largo, negro, lacio y precioso, lanzaba destellos. Su piel era ¿blanca? No... no precisamente blanca, era morena clara, pero radiante. Ojos grandes y hermosos, color miel. Y su sonrisa iluminaba más que el sol. Pantalón entallado y blusa escotada, de tirantes, dejaban ver una figura perfecta.

Supongo que notó el peso de mi mirada, porque volteó hacia mí. Nuestra miradas se cruzaron no sé cuánto tiempo, porque a mí me pareció una eternidad, en la que yo estaba clavado en el piso. Me sonrió, y yo le sonreí, y de pronto toda la gente en la habitación literalmente desapareció. O tal vez yo estaba tan concentrado en ella que simplemente dejé de notar a los demás.

El caso es que ya con una buena cantidad de alcohol en mi sangre (la suficiente para deshinibirme, pero no la suficiente para ponerme ebrio) esa sonrisa fue la única señal que necesité. Avancé por la habitación directamente hacia ella, como un misil teledirigido, librando obstáculos invisibles a mi percepción.

Mientras caminaba, nuestras miradas seguían fijas la una en la otra, construyendo una especie de puente. Eso me dió valor para seguir avanzando y librarme -no supe cómo-, del vaso que tenía en una mano y el cigarrillo que sontenía en la otra.

Cuando estaba a sólo unos cuántos pasos, noté que una voz me llamaba. No podía ser alguien de la fiesta, ya he dicho que toda la gente desapareció, así que concluí que la voz venía directamente de algún lugar en mi cabeza. Y lo que decía la voz era algo así como ¡Cuidado!

Y entonces, de golpe, muchos recuerdos llegaron a mi mente: Otra fiesta, hace no sé cuánto tiempo: Yo sostenía un vaso con whiskey y fumaba un cigarrillo de la misma marca. Otro dulce aroma, otra cabellera negra, otra sonrisa luminosa. Luego una larga conversación, intercambio de números. Salidas al cine, a cenar, a algún bar; después vinieron los besos, las caricias, y el sexo. Muchos meses de felicidad y pasión, todo era color de rosa. Y cuando todo parecía perfecto...mi corazón destrozado.

Lo arrancaron de mi pecho, lo rompieron en miles de pedazos, lo pisotearon, le escupieron, le prendieron fuego y arrojaron las cenizas a la alcantarilla. O algo así.

Con esos recuerdos bombardeando mi cabeza, llegué hasta ella. Estábamos frente a frente y me seguía sonriendo, esperando el "hola" que luchaba por escapar de mis labios. Por supuesto, hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar: me dí media vuelta sin decir nada. La gente apareció de nuevo, de la nada a dónde se había ido. Llegué donde mis amigos y me serví otro trago, el último de la noche, porque -también raro en mí- decidí regresar a casa temprano.

Y es que no le tengo miedo prácticamente a nada. Ni a las fieras, ni a los hombres. No creo en fantasmas ni en cosas sobrenaturales. Puedo caminar de noche por un callejón oscuro en una zona peligrosa sin pestañear ni apurar el paso y no hay ruido o visión que me sobresalte.

A lo único que le temo es a las malas mujeres de corazón frío y escote pronunciado. Y si son de cabello negro y lacio, con bonita sonrisa, me dan pánico.

Ellas sí que pueden ponerme a temblar.

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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, habría sido un misil.

El lobo y la sirena

Hace algún tiempo, mientras recorría el mundo –todos lo lobos recorremos el mundo- mis pasos me llevaron a la orilla del mar, en un sitio lejano en el sur.

Es poco común que los lobos viajemos a lugares como esos, dado que preferimos los climas fríos del norte, pero nuestra misma naturaleza curiosa nos impulsa a visitar aún los lugares menos comunes para los de nuestra especie.

Ahí a la orilla del mar me encontré con una sirena, salió a la superficie y –aunque traté de resistirlo- me hechizó con su belleza y me encantó con su voz.

Y resultó que la sirena se enamoró de mí.

-Ven conmigo –me dijo- Te daré mi corazón y tú me darás el tuyo. Viviremos felices en el mar. Te besaré y te cubriré con caricias, dormiremos juntos y despertaremos juntos, veremos abrazados el amanecer, y permaneceremos unidos, compartiendo tristezas y alegrías.

-Hermosa sirena, -le dije- ciertamente estoy seguro de que la vida a tu lado sería para mí la mayor de las dichas, y también estoy seguro de que yo te haría feliz cada momento que estuvieras a mi lado. Pero, mi querida criatura, los lobos somos de naturaleza solitaria, y no pertenecemos a nadie; estamos de paso en cualquier lugar, y si quieres un romance conmigo, tendrás que aceptar que marcharé de tu lado cuando no lo esperes, al abrigo de la luna.

-Ingrato lobo, ¿Cómo puedes decirme eso si te ofrezco todo de mí? ¿Cómo puedes rechazar una vida de felicidad a mi lado?

-Porque, aún si lo deseo con todo mi corazón -y así lo deseo, créeme- las sirenas como tú fueron hechas para los tritones del mar, no para los lobos. Aún cuando tu felicidad esté conmigo, está con ellos tu destino; aunque tú quieras entregarme tu vida, un día llegará tu tritón y te llevará de mi lado. Y eso sí que no podría soportarlo. Por eso tendría que irme, antes de que ese momento llegara.

-Eres presuntuoso, lobo, crees saber mucho del mundo, pero no conoces mi corazón. Los tritones son fríos como las aguas del fondo del mar, son brutos y no saben demostrar afecto. En cambio, tu corazón es cálido ¿Cómo podría yo cambiarte por un ser así?

-Pequeña –dije en tono consolador, y mientras hablaba una lágrima resbalaba por mi mejilla- Es verdad que los lobos sabemos mucho del mundo, y eso es porque no vivimos en él. Estamos siempre fuera, y desde fuera observamos, así podemos conocer cómo funcionan las cosas. Y ese es nuestro don y nuestra maldición; porque si bien somos sabios, estamos condenados a estar siempre solos. Es por eso que te digo que estoy seguro de que me dejarías tarde o temprano.

Mientras decía esto, la sirena rompió a llorar, quiso decirme que estaba equivocado, quiso decirme que ella era diferente, quiso decirme que si ella me daba su corazón sería para siempre. Pero entonces, a lo lejos, se escuchó una voz áspera y gélida, que provenía del fondo del mar. Era la voz de un tritón, y al escucharla, mi sirena se dio cuenta de que yo tenía razón, que yo no pertenecía a ella y ella no pertenecía a mí.

Y entonces dejó de llorar, y tuvo miedo. Tuvo miedo porque sabía que su destino era más fuerte que su fuerza, y que no podría luchar contra él.

De pronto, su mirada se tornó melancólica, y pude ver en ella algo más profundo que el océano, algo más inmenso que el cielo, algo más triste mi corazón.

-¿Qué te pasa ahora, hermosa sirena? Siento que quieres decirme algo, pero no te atreves. Dímelo ahora, sabes que puedes decirme lo que sea.

-Quiero besarte –dijo- pero temo que si lo hago lastime tu corazón.

-Ah, mi pequeña, ¿Cómo podrías lastimarme? Sé bien que como lobo no te pertenezco ni me perteneces, así que mi corazón no se hace ilusiones y mi alma no tiene esperanzas falsas. Cuando una sirena besa a un lobo, el lobo lo agradece como un regalo divino, pues, para un lobo, ese pequeño instante de felicidad es suficiente para toda una vida. Y es que los lobos no buscamos la felicidad continua y permanente, como el resto de las criaturas, pues sabemos que nos está vedada. Por el contrario, cuando se presenta un momento de felicidad lo conservamos en el recuerdo, y lo atesoramos por siempre; y es que hay lobos que en toda su vida ni siquiera tienen un solo momento así. Si quieres besarme, hazme ese regalo, que no me lastimará, está segura, por lo contrario, me llenará de alegría por mucho tiempo, y permanecerá en mí.

Entonces la sirena se acercó y me besó, y me lleno de caricias, y luego hicimos el amor, y durmió conmigo y despertó conmigo y vimos abrazados el amanecer. A la mañana siguiente, un tritón de cabellos dorados llego a la orilla de la playa, la tomó y se la llevó.

Jamás volví a ver a la sirena, pero conservo el recuerdo de esa noche en mi corazón, y no pasa un día en que no agradezca ese instante de felicidad, suficiente para una vida.


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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, habría sido un lobo.