miércoles, 22 de julio de 2009

Raspados Interminables

Antes de comenzar con la historia de hoy, es necesario mencionar el hecho de que cerca de mi casa hay un lugar donde venden granizados/raspados/cepillados/piraguas -o como gustes llamarles- bastante ricos. Tienen la virtud de conservar todo su sabor hasta el final, a diferencia de la gran mayoría, en los que después de tres sorbos queda solamente hielo, y son enormes. Además el lugar está simpático y las sillas son cómodas.

Un día estaba comiendo con Fercho y Peluche, en un Burger King ubicado a unas cuadras del lugar mencionado anteriormente. No hubiera sido mi primera elección, pero teníamos prisa.

Entre plática y risas terminé de comer mi hamburguesa de cartón transgénico (aunque ahí le dicen pollo) y pensé que era buena idea comer un helado como postre. En esos lugares la comida podrá ser mala, pero el helado rockea durísimo. Soy bien fan.

Yo: Voy a comprar un helado, ¿ustedes gustan?

Fercho: Yo sí quiero uno.

Peluche: No, yo no. A mí los que me gustan son los RASPADOS INTERMINABLES DE ACÁ ATRÁS.

En ése momento fue como si el tiempo se congelara. Peluche, supongo que aún pensando en la cercanía del lugar de raspados, no se daba cuenta de la grandísima auto-ensartada (una de las mayores de la historia, creo yo) que acababa de cometer. Fercho y yo literalmente nos quedamos en shock unos segundos, sin poder creer que de verdad hubiera dicho eso.


Sólo atiné a decir:

-Ok, pues...felicita a tu novio de mi parte por favor.

Después de eso, nos carcajeamos hasta casi vomitar la comida.

Desde entonces lo jodemos con eso y de puto no lo bajamos. Bueno, en realidad no lo bajábamos de puto desde mucho antes, pero ahora con más razón. Y seguramente no se nos olvidará en los próximos 20 años.


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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, vendería raspados. ¡Pero sólo a las chicas!

lunes, 6 de julio de 2009

Dominando el escenario

Mis recuerdos de aquella noche son más bien borrosos, supongo que por el exceso de whisky y vodka. Pero fue gracias a ése exceso que me atreví a hacer un par de cosas que normalmente mi recato no me permite. Como subirme a un escenario a cantar "Summer Nights" a dúo con mi amiga Montse.

Todo empezó un día en que fui a visitarla para ver películas y fumar como chinos, como era nuestra costumbre. La encontré algo triste por cosas que no vale la pena mencionar, y decidimos que lo mejor para animarla era aprovechar el puente laboral que se avecinaba e irnos de paseo.

El destino elegido fue Cholula, ciudad reconocida por su pirámide, su producción de chefs y por ser la capital nacional de la trova (¿Has notado que hay cafés y bares con trovadores en cada esquina?).

Durante el día hicimos lo propio de cualquier turista y al caer la noche entramos a un bar (de trova por supuesto), donde la pasamos muy a gusto entre plática, tragos y un trovador de ésos con letras chistositas. El problema fue que cerraron bien temprano. Así que nos pusimos a indagar cuál era el lugar apropiado para seguirla.

Nos recomendaron un karaoke. Así como lo lees. El lugar adecuado para seguir la fiesta en Cholula un fin de semana de puente aparentemente es un karaoke, según los taxistas del centro, los meseros del bar donde estábamos y la recepcionista del hotel. No un antro, no un after, no otro bar, ni siquiera una cantina; un karaoke. Si por casualidad tú que estás leyendo esto conoces mejor Cholula, por favor confirma o sácame de mi error para estar preparado la próxima vez.

Por supuesto, a mi amiga le encantó la idea. Pero yo no estaba muy seguro al respecto. Y es que entre mis múltiples talentos definitivamente no está el canto. Mi voz es muy grave, y la gran mayoría de las canciones están en tonos que no alcanzo ni apretándome los -inserte aquí la palabra que se le vino a la mente-, y en las pocas que sí alcanzo el tono, de todos modos desafino. El resultado es más o menos lo mismo que escuchar a un cerdo ronco mientras lo degüellan.

Después de mucho meditarlo (2 o 3 segundos), decidí que si había más alcohol no podía ser tan malo. Y nos fuimos al karaoke.

El lugar no era muy grande, y la concurrencia se limitaba a unos 4 o 5 grupos -todos de más de 6 personas, eso sí- distribuidos por el lugar. Todos bien borrachos –afortunadamente para mi terror al ridículo- y poniendo un muy buen ambiente.

Montse y yo procedimos a acomodarnos y beber. Y lo que temía llegó en algún punto de la noche: subimos a cantar; varias veces además. Cantamos de todo, y la gente nos ovacionaba y aplaudía en cada participación. A fin de cuentas, debo reconocer que me divertí como enano. Uno canta bien bonito cuando trae varias copas encima, ¿a poco no?

El mejor momento de la noche fue cuando Montse me hizo notar que una chica guapísima volteaba insistentemente hacia nuestra mesa. Iba con su novio, pero en ese momento parecía no importarle.

-Mira, voltea discretamente hacia la derecha. Creo que la chica de rojo se te queda viendo.

-Oye, pues creo que sí. Está de lujo eh...Oye, espera un momento...creo que más bien se te queda viendo a ti, ¿no?

-(Poniendo más atención)... Sí, así es, ¡Es a mí!.

Nuestras sospechas se confirmaron cuando la chica se acercó a nuestra mesa para invitar a Montse a subir a cantar con ella, con el pretexto de que necesitaba ayuda y mi amiga cantaba re bien. Y por cierto que se veían muy sexys juntas en el escenario; no lo había mencionado, pero Montse es también una mujer muy guapa, a quién no le desagradan del todo las chicas -por lo menos de manera platónica-, así que las dos se coqueteaban mutuamente -la chica de rojo de manera descarada, mi amiga un poco en broma, siguiéndole el juego-.

Yo babeaba, como es normal en ese tipo de situaciones. Ella parecía muy divertida con la situación.

Después de un rato en que subieron juntas un par de veces más, el novio fue el que arruinó la bonita situación. Supongo que se puso demasiado celoso, y se llevó a su chica.

De cualquier forma, fue divertido.



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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, sería cantante de karaoke.

jueves, 2 de julio de 2009

En Mazatlán las chicas son de armas tomar...

Ésta historia sucedió un día en que estaba bebiendo en un antro de Mazatlán con dos de mis mejores amigos: Torcuato y Arnoldo.

Torcuato y yo recién habíamos llegado, procedentes de San Juan Diego Ixtlahuacaninipatzinquetzalpilitepec el Chico, para acudir a la boda de Arnoldo que se celebraría al día siguiente. Apenas el avión aterrizó quisimos hacer lo que cualquier joven quiere hacer en una situación así: ir a beber y ver chiquitas. Pero Arnoldo nos convenció de primero dejar las maletas en el hotel, cosa que hicimos con desgano.

Un par de horas después, y ya con varias cervezas encima, arribamos al antro en cuestión, recomendado por la prometida de Arnoldo -nativa de la ciudad y conocedora de los buenos lugares para divertirse-, y donde nos encontraríamos con ella. El lugar estaba bien, la música no era mucho de mi agrado, pero había varias chiquitas sinaloenses de cuerpos esculturales, blusas escotadas y faldas cortas, de ésas que te cortan la respiración.

La noche transcurría normalmente entre buena charla, recuerdos de glorias pasadas y balconeo de Arnoldo frente a su mujer, cuando de pronto los acontecimientos tomaron un giro inesperado.

Estaba dándole un trago a mi cerveza (aparentemente la bebida oficial por allá) cuando una chica se planta frente a mí en seria actitud, como si me fuera a decir algo importante. Era alta, guapa y con un cuerpo para ponerse a babear. Mi primera reacción fue echar la cabeza hacia atrás para evitar una bofetada, pero luego me relajé al reflexionar que nunca la había visto antes en mi vida, y que no había pisoteado a nadie ésa noche.

-Hola. Me gustan los hombres morenos y altos, y tengo ganas de besar a alguien hoy, ¿Cómo ves?.

-...

Así es, me quedé congelado y mudo. Pero después de pasar saliva pude dominar mis nervios. La tomé por la cintura y sin decirle nada (para ser honestos, todavía no recuperaba el habla) me acerqué a su rostro para besarla. Ella se apartó antes de que pudiera rozar sus labios.

-No, aquí no, vámonos a la terraza.

-...(De nuevo no pude decir nada, así que me limité a seguirla a dónde me decía mientras daba gracias al cielo por tanta buena suerte.)

Al llegar la terraza, casi vacía y lejos de miradas indiscretas, por fin nos besamos. Y a ese primer beso siguió otro, y luego otro y muchos más. ¡Y cómo besaba! con una pasión y una intensidad que podrían fundir metal. Por supuesto yo le correspondía con la misma pasión e intensidad. En algún momento traté de entablar algo así como una conversación, pero al darme cuenta de que decía tontería tras tontería, y que además a ella le importaba un comino, opté por mejor seguir con la sesión de besos y caricias.

En algún momento, se paró en seco.

-Voy con mis amigos, no quiero se den cuenta de que estoy contigo.

-P-p-pero, pero...

-Es que si alguien nos ve y le va con el chisme a mi marido, te busca y te mata. Nos mata a los dos. Tiene mucha gente, y te encontrarían rapidísimo.

-...(Si, ya sé, no se quejen. Aparentemente ese día dejé las palabras en el otro pantalón.)

-Dame una pluma. (Se la doy y empieza a anotar su número de teléfono en una servilleta.) El próximo fin de semana voy a ir sola a Guadalajara, para visitar a una prima que tengo por allá. Si puedes ir, me encantaría verte de nuevo.

Me dió la servilleta y regresó con sus amigos. Yo hice lo propio y obviamente Arnoldo y Torcuato me empezaron a pedir detalles.

-¿Que pasó?

-Ya se fue.

-¿Porqué? Le hubieras dicho que se fuera contigo.

-Creo que ya tenía que regresar a su casa.

-¿Por lo menos le sacaste el fon?

-Eh... sí, ella me lo dió.

-¿Y la vas a ver de nuevo?

-Tal vez...

Y lo hubiera hecho. Pese a la profesión de su marido (que era fácil de imaginar ¿no?). Tal vez piensen que estoy loco, pero el peligro que representaba acudir a ésa cita me parecía la cosa más sexy del mundo.

Por eso es una verdadera lástima que al otro día la señora de la limpieza del hotel haya tirado la cochina servilleta :(


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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, tal vez ya estaría muerto.