miércoles, 12 de agosto de 2009

Ésto está en ruso

El sonido insistente del celular me despierta. Todavía me siento dormido y borracho, pero contesto la llamada. Es mi amigo -y socio- Florencio.

-Wey, no mames. Se te olvidó la reunión de accionistas. ¿Dónde estás?

Volteo a mi alrededor buscando alguna pista. Junto a mí hay una rubia de piel blanquísima y desnuda dándome la espalda. A los pies de la cama, una pelirroja de cabello corto e igualmente desnuda duerme hecha un oviillo. Finalmente, volteo a ver el reloj: son las 6:32 A.M.

-No sé wey...¿Porqué llamas tan temprano? ¿A qué hora es la reunión?

-No seas payaso, si son las nueve y media de la noche. Acaba de terminar, empezó a las cinco.

Hago cuentas mentalmente durante un par de segundos, y pienso en las ciudades que hay en éste huso horario. Al fin respondo:

-Wey...creo que estoy en Moscú.

-¿Rusia? No mames, pendejo, ¿Qué chingados haces en Rusia?

-No sé, wey, no sé. Déjame pensar...

Hago un gran esfuerzo por recordar, hasta que algunas imágenes empiezan a llegar a mi mente.

-Pues estaba contigo, Torcuato y el Moncho. ¿No fuimos al antro nuevo ése que dijiste que era la onda?

-¡Pero eso fue la semana pasada! Cabrón, un día vas a terminar bien mal. Ese día ví que te saliste con una vieja, dónde me salgas con que te casaste otra vez... ¡Nos han costado mucha lana tus cuatro divorcios!

-No mames wey, no estoy tan pendejo como para caer otra vez. (Mientras respondo miro mis dedos en busca de una argolla. No hay nada, por fortuna). Wey, no sé cómo llegué, pero estoy con dos viejas bien buenas, ¿La vieja con la que me salí del antro cómo era?

-Cabello negro, lacio, piel morena. Estaba chida.

-Verga, pues no es ninguna de éstas. Déjame las despierto a ver si ellas saben qué pedo. Ah, pero espérate, cuéntame cómo les fue en la reunión.

-Discutimos la oferta que nos hizo IBM, pero decidimos mandarlos a la verga. Esta madre no se vende.

-¿Ya ves? Ni me necesitaban, estamos en la misma línea.

-Pues sí wey, pero sí hubo quien quiso considerar la oferta. En una de ésas, hubiéramos necesitado tu voto para decidir. Además se supone que eres el presidente del consejo.

-Nada más porque gané el disparejo contigo y Moncho...

-Como sea, ya déjate de mamadas y regresa a trabajar ¿si? Además me preocupas wey, tu alcoholismo ya está bien cabrón. Por cierto, el sábado es el cumpleaños de tu ahijada, y si no vienes Mayra te la va a hacer de pedo.

-Prometo estar allá. No quiero enfrentar la furia de tu mujer. Bye.

Cuelgo el teléfono y trato de despertar a la rubia. Me dice algo en ruso que según yo se puede traducir como: "No estés chingando y déjame dormir." Le hago caso y vuelvo a la cama.

Pasado el mediodía vuelvo a abrir los ojos. Las chicas están jugueteando en la ducha, con la puerta abierta. Cuando se dan cuenta de que estoy despierto, me invitan a unirme. Me doy cuenta de que ambas son muy hermosas. No cabe duda de que soy un cabrón con suerte.

Después de un rato ahí regresamos a la cama. Cuatro horas y mucho sexo después, ya tengo armada una parte de la historia.

Según su relato, me conocieron en una fiesta en la embajada de España, donde el mismo embajador me presentó como invitado y gran amigo suyo (no tengo puta idea de quién es). Yo iba acompañado de una chica muy guapa, al parecer inglesa, quien me arrojó el contenido de una copa al rostro cuando le propuse que nos divirtiéramos entre los cuatro. Así que la fiesta fue sólo de nosotros tres.

Hacía dos días de eso, y no habíamos salido del departamento de Nástienka -la rubia- desde entonces. Aparentemente se la habían pasado muy bien conmigo.

Aglaya -la pelirroja- decide entonces que deberíamos comer algo. Yo no recuerdo la última vez que comí algo, así que accedo gustoso.

Al vestirme encuentro mi cartera y mi pasaporte ("Ya chingué", pensé al instante). Obviamente ellas no saben si viajé a Moscú con equipaje o no. No le doy demasiada importancia. Sólo espero no haber dejado mi cuenta abierta en algún hotel, que la inglesa no tenga problemas para regresar a su país -si es que de ahí fue de dónde la saqué-, y que el esmóquin que traigo puesto no sea rentado.

Después de una buena comida, mis nuevas amigas me dejan en el aeropuerto, no sin antes darme sus números telefónicos y hacerme la promesa de que me visitarán en México al término de su ciclo escolar. Estaría chido.

Esperando el vuelo tengo tiempo suficiente para comprar regalos para el cumpleaños de la ahijada: Una típica Matrioska y algunos libros (Turguenev, Tolstoi, Dostoievski y por supuesto Pushkin -cómo lo maman por allá-). Seguro le gustarán.

Durante el vuelo de regreso, tengo tiempo para pensar. Sé que debería estar reflexionando en lo vacía que se ha vuelto mi vida: mujeres, alcohol, drogas. Me la he pasado en el desmadre, malgastando el dinero que me deja la empresa que tantos años nos costó levantar. Los demás tienen vidas normales (hasta Torcuato que era el más rebelde ya sentó cabeza y tiene dos niños), pero yo me sigo comportando como un adolescente pendejo.

Sé que debería estar reflexionando en todo eso y muchas cosas más. Sin embargo, hay algo que llena por completo mis pensamientos. Un asunto que, por más que le doy vueltas, no puedo dilucidar. Y la pinche duda me está matando:

¿Cómo, cuándo y dónde chingados aprendí a hablar ruso?


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Me llamo Leo, y si no hubiera sido informáticoempresarioconsultordesistemas, habría sido traductor.

3 comentarios:

  1. te falto la otra duda , como demonios te escapaste del monasterio donde estabas con el moncho jajajajaja

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  2. Maldita sea, Mon...digo, Fercho.

    Tienes razón.

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  3. Tal vez los jesuitas dan clases de ruso, y aprendí ahí...

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